las familias tenemos que permitir que nuestros hijos se equivoquen
Edad recomendada De 0 a 12 años
Educador
Una de las habilidades más importantes que se debe desarrollar a temprana edad es la tolerancia a la frustración, de modo a que el niño pueda afrontar los altibajos de la vida de manera saludable.
Algunas de las señales de alarma que pueden indicar que los niños afrontan mal la frustración son la evitación o posposición de tareas complejas, la evasión de responsabilidades, los berrinches o pataletas, las discusiones constantes, la sobrejustificación de los errores cometidos, la timidez, la evasión de las situaciones de exposición social y el retraimiento, la impaciencia y hasta la agresión física, especialmente cuando algún hecho fue percibido como "injusto”.
No obstante, es alentador saber que la tolerancia a la frustración puede ser aprendida y entrenada desde que el niño posee vocabulario y es capaz de seguir órdenes e instrucciones (alrededor de los 3 años es el momento ideal para iniciar el desarrollo de la tolerancia a la frustración). Ese entrenamiento permitirá que, ante situaciones adversas, el niño cuente con mejores estrategias de afrontamiento.
Una de las maneras en que mejor se puede entrenar la tolerancia a la frustración es por medio de la imitación, es decir, "actuando como un modelo de conducta” para nuestros hijos. Destacando el papel de los pensamientos y los estilos de crianza en el desarrollo de una ATF.
Cambiar el lenguaje negativo y derrotista, y promover la superación es común que las personas con "baja tolerancia a la frustración” tengan pensamientos del tipo: "no aguanto que…”, "es insoportable…”, "no lo voy a lograr” o "es muy difícil… prefiero dejarlo, mensajes que suelen fomentar conductas derrotistas y de evitación. Se sugiere entonces hablar o pensar de manera más positiva con declaraciones como "puedo aguantar o soportar que… aunque sea difícil o me moleste”. Las investigaciones demuestran que los niños más propensos a la frustración suelen provenir de familias que manejan el mismo esquema de pensamiento. Es importante trabajar en la modificación de los propios pensamientos en pro de la salud mental del padre y del hijo porque, como "observándolo a usted, está aprendiendo cómo manejará sus propias frustraciones y conflictos futuros”.
Favorecer y elogiar las conductas de afrontamiento cuando el niño lo intente, aun cuando no se obtenga el éxito pretendido en la tarea.
Evitar ser el "padre permisivo”: Los padres permisivos piensan que es mejor "ceder que pelear” y que "todo tipo de castigo es malo” (Vernon, 2002). Por ende, suelen tener problemas para fijar límites cuando la situación requiere firmeza y decisión. Estos padres tienen un estilo de liderazgo poco efectivo, con ausencia de reglas claras y consecuencias poco eficaces ante el mal comportamiento, dejando más bien que los propios niños decidan qué hacer. Pueden ser padres "no confrontativos” (Clark, 2003) por temor incluso a perder el cariño de sus hijos. Las investigaciones demuestran que los niños que crecen en hogares permisivos suelen tener problemas de comportamiento a futuro, mayor inmadurez, baja responsabilidad sobre sus actos y tendencia al descontrol emocional (Vernon, 2002). De hecho, para lograr el bienestar integral, los niños requieren una estructura de límites y consecuencias bien establecidas en caso de mal comportamiento.
Evitar ser el "padre salvador”: Muchos padres sobreprotectores consideran que deben evitar todo tipo de incomodidades a sus hijos (Vernon, 2002). Algunos ejemplos de estos padres son los que dejan que falten al colegio porque es día de evaluaciones y no han estudiado lo suficiente o hasta los que los cambian de colegio o sección cuando refieren que la maestra ha sido "mala” con él o le tiene manía (Vernon, 2002). Estos padres harán lo que sea para que sus hijos sean exitosos, sin percibir que aprender a ser autónomos y responsables de las propias acciones es uno de los secretos del éxito. Para el propio bienestar futuro del niño es importante que, cuando sea apropiado y beneficioso, postergue la gratificación y promueva las pequeñas frustraciones. Y evitar los sentimientos de culpa o vergüenza por no ser el "padre perfecto que resuelve todos los problemas”. Lo importante es saber que no existen los padres perfectos ni los hijos perfectos (Vernon, 2002), y que la mejor manera de facilitar un buen desarrollo integral es aprender a controlar nuestros propios pensamientos y emociones, para ayudar al niño a que también lo haga. Como dice Vernon: "No es un rol fácil y no hay respuestas sencillas”.
Ser un padre "amable pero firme”: el estilo ideal de crianza es aquel donde los educadores pueden ser amables y cariñosos, sin perder firmeza. Esto requiere saber decir "no”, para que el niño aprenda que no siempre tendrá todo lo que desee de manera inmediata ni simplemente porque lo exija, hecho que será de vital importancia en su vida adulta. Por ejemplo, cuando un padre "amable pero firme” considera que su hijo ha comido suficientes chocolates, dice con voz firme y tranquila: "No comerás más chocolates. Podría hacerte mal y ya has comido suficientes”. Si el hijo reacciona con enojo o malestar, agrega: "Entiendo que te hayas molestado y que quieres más, pero he decidido que es suficiente”. Sin perder el control de la situación ni gritar u ofender para evitar que se establezca un ciclo de hostilidad, deja que el hijo se moleste y se enoje (validando su emoción negativa). Cuando por fin se calme, se le felicita por eso, pero sin abordarlo cuando esté teniendo una pataleta. Hay que explicar a los hijos que la obligación como padres es cuidarles y, eso, muchas veces, requiere decir "no” para su propio bien, aun cuando se enoje y no pueda entender el beneficio de su frustración.
Para resumir, algunas de las estrategias para fomentar en los niños el desarrollo de ATF son: